Al parecer en
la Academia Nacional de Historia, existe una sección de sigilografía, y debe
haber prestigiosos miembros que de una u
otra forma habrán aportado en esta materia. Desconocemos si existen estudios
investigativos o publicaciones al respecto.
Con toda
seguridad, una de las causa para no tener estudios serios de sigilografía es el
“saqueo” de que fueron objeto los archivos nacionales, de parte especialmente
de “investigadores”, salvo muy honrosas excepciones; o, empíricos, que tuvieron
acceso “privilegiado” a ellos, aún antes de que tales archivos sean protegidos por la ley;
los documentos, los sellos que acompañaban a esos importantes documentos de los
inicios mismos de la colonia, fueron sustraídos, retirados, o mutilados,
precisamente por lo curioso o tal vez raros ejemplares; por ello los pocos
documentos que se conservan en archivos públicos y que un lejano día fueron
expedidos por los monarcas españoles, carecen de los sellos de placa, cera,
lacre o plomo que traían aparejados, porque fueron expoliados.
Este
pequeño ensayo no pretende incursionar a fondo en esta interesante materiadel estudio del sello, la
sigilografía; sino más bien recopilar y hacer observaciones generales de ellos
para que algún día, investigadores más hábiles incursionen a fondo en esta
ciencia, auxiliar de la historia.
De tiempos de
la colonia tenemos ejemplares de sellos reales; y, desde que se estableció el
papel sellado; hasta casi el final del siglo XX, tenemos también hermosos sellos en muchas formas y diseños estampados
o impresos en el famoso papel sellado
oficial, que cerca de su fin se llamó también papel timbrado.
Como parte
integrante de la sigilografía incluimos
un estudio del signo notarial, aquel que por sus características llego a asimilar la función de un sello
impreso de puño y letra de los escribanos, que daba autenticidad y solemnidad
al acto escribano.
De los
archivos públicos locales como del Archivo Nacional de Historia- Sección Azuay,adscrito
a la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay; de la Notaría Sexta, del Archivo
Eclesiástico de Cuenca; y, de colecciones particulares, hemos tomado no todos
pero sí los más bien conservados y bellos ejemplares para como se ha dicho
interesar a estudios más detallados de la sigilografía nacional.
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